A fin de enero, los araos se
reúnen cerca de los acantilados en que van a criar. Cuando hay un número
suficiente, comienzan unas ceremonias en las que los grupos «danzan» en
el agua. Entrelazándose y esquivándose, las aves chapotean sobre las
olas; de repente, el bando entero se sumerge y la «danza» continúa bajo
el agua. Los araos también toman parte en vuelos comunales de
exhibición, en bandos de cientos de individuos, girando, elevándose y
sumergiéndose al unísono.
Tras su llegada a las cornisas de acantilados en
primavera, dejan un amplio espacio entre un ave y otra; pero las
cornisas se rellenan rápidamente con aves que se empujan mutuamente,
combinando sus gritos «arr» en un coro acalorado, mientras luchan por
obtener un sitio para anidar.
Estas aves no construyen nido. La hembra pone su
único huevo en la roca desnuda. Gracias a su forma de pera, si es
empujado o arrastrado por el viento, no rodará fuera del acantilado.
Cuando los araos han puesto, las cornisas están repletas de aves
alineadas casi hombro con hombro, a menudo mirando hacia el mar con el
huevo sujeto entre las patas. Son muy escasa las parejas que anidan en
la Península
Identificación:
Pico puntiagudo; partes superiores pardo oscuro en verano, más grises en
invierno; es menos común la variedad "bridada" (aves con anillo ocular
blanco y línea blanca que partiendo del ojo se dirige hacia los lados de
la cabeza); sexos iguales.
Nidificación:
Cría en cornisas rocosas; pone, en mayo-junio, un huevo en forma de
pera, muy variable en color, generalmente con manchas amarillas, pardas
o negras; incubación, por ambos sexos, de 32 a 36 días; el pollo,
alimentado por ambos padres, se echa al mar tras unos 16 días acompañado
por sus padres.
Alimentación:
Peces, moluscos, gusanos; algunas algas.
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