En contra de la creencia
popular, puede oírse cantar a los ruiseñores tanto de día como de noche;
pero sus interpretaciones de virtuoso se oyen mejor en la quietud de una
cálida tarde a fines de primavera, cuando los machos compiten para
atraer a las hembras, que vienen de sus cuarteles de invierno en Africa
tropical. Las hembras llegan unos diez días después que los machos.
El canto es inolvidable por su volumen, su variedad
de notas y por la fuerza con que es emitido. Consiste en una rápida
sucesión de notas repetidas, unas roncas, otras líquidas, incluyendo un
«choqui-choqui-choqui» muy sonoro y un «piu» aflautado y piante, primero
lento y luego alcanzando un crescendo.
Por cada diez personas que le han oído cantar,
difícilmente habrá una que haya visto realmente a ésta arisca ave.
Cuando salen al descubierto son pájaros poco visibles, que llaman la
atención sólo por su canto.
El Ruiseñor Común esconde su nido tan cuidadosamente
como se oculta él mismo, construyéndolo cerca del suelo entre la espesa
vegetación. En su cortejo nupcial, el macho despliega la cola, la sube y
la baja, agitando las alas e inclinándose hasta llegar con el pico a
menor altura que su posadero.
Identificación:
Plumaje pardo sin rasgos sobresalientes,
cola pardo rojiza; partes inferiores pardo grisáceas; garganta
blancuzca; sexos iguales.
Nidificación:
La hembra construye nido de hojas secas forrado con hierba y
pelo, en el suelo o cerca de él; pone, en mayo, 5 huevos verde oliváceo
u oliváceo oscuro; incubación, sólo por la hembra, unos 15 días; los
pollos, alimentados por ambos padres, dejan el nido a los 12 días.
Alimentación:
Principalmente insectos del suelo; también lombrices, arañas y algunas
bayas.
Sotos.
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