domingo, 11 de noviembre de 2012

¡¡¡RUISEÑOR!!

En contra de la creencia popular, puede oírse cantar a los ruiseñores tanto de día como de noche; pero sus interpretaciones de virtuoso se oyen mejor en la quietud de una cálida tarde a fines de primavera, cuando los machos compiten para atraer a las hembras, que vienen de sus cuarteles de invierno en Africa tropical. Las hembras llegan unos diez días después que los machos.
El canto es inolvidable por su volumen, su variedad de notas y por la fuerza con que es emitido. Consiste en una rápida sucesión de notas repetidas, unas roncas, otras líquidas, incluyendo un «choqui-choqui-choqui» muy sonoro y un «piu» aflautado y piante, primero lento y luego alcanzando un crescendo.
Por cada diez personas que le han oído cantar, difícilmente habrá una que haya visto realmente a ésta arisca ave. Cuando salen al descubierto son pájaros poco visibles, que llaman la atención sólo por su canto.
El Ruiseñor Común esconde su nido tan cuidadosamente como se oculta él mismo, construyéndolo cerca del suelo entre la espesa vegetación. En su cortejo nupcial, el macho despliega la cola, la sube y la baja, agitando las alas e inclinándose hasta llegar con el pico a menor altura que su posadero.

                                        Identificación: 

 Plumaje pardo sin rasgos sobresalientes, cola pardo rojiza; partes inferiores pardo grisáceas; garganta blancuzca; sexos iguales.
                                                             Nidificación:  

La hembra construye nido de hojas secas forrado con hierba y pelo, en el suelo o cerca de él; pone, en mayo, 5 huevos verde oliváceo u oliváceo oscuro; incubación, sólo por la hembra, unos 15 días; los pollos, alimentados por ambos padres, dejan el nido a los 12 días.

                                                            Alimentación:

 Principalmente insectos del suelo; también lombrices, arañas y algunas bayas.

                                                               Hábitat:
  Sotos.

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