La anaconda verde o anaconda común (Eunectes murinus) es
una serpiente constrictora de la familia de las boas. La anaconda es
quizá la mayor serpiente conocida; las anacondas hembras, son
normalmente más grandes que los machos. Las anacondas hembra pueden
alcanzan un promedio de entre 5 a 7 metros de largo y un peso de 45 a 80
kg, mientras que los machos alcanzan una longitud de 2 metros y medio.
Esta serpiente es quizá uno de los reptiles más conocidos, siendo la más
grande que se ha registrado oficialmente media 9 metros de largo y
pesaba 140 kg, este es el máximo tamaño para una anaconda y el límite de
los especímenes más grandes, sin embargo se ha mencionado la existencia
de hembras de hasta 12 metros de longitud y 250 kg de peso, con una
diámetro de hasta 40cm, pero son reportes vagos y que se sugieren
tratarse con precaución. Las anacondas macho son significativamente
menores, en el caso más marcado de dimorfismo sexual entre los Squamata.
Este tamaño es más sorprendente en vista de la escasa longevidad del
animal, que rara vez supera los 15 años, aunque se documentan casos de
hasta 50 años. Está entre los 10 animales más poderosos del mundo según
los zoologos.
No obstante la mayoría de
los hallazgos de grandes anacondas no han sido científicamente
verificados, por lo que permanece en duda cuánto pueden crecer realmente
estas serpientes. En numerosos estudios científicos de campo raramente
se han medido ejemplares de más de 5.5 m .
Nombre Científico : Eunectes murinus
Familia : Boidos
Suborden : Ofidios
Orden : Escamosos
Clase : Reptiles
Identificación : Cuerpo grueso y corpulento y coloración
muy críptica (fondo pardooliváceo con manchas negras en el dorso y
anillos de centros ocráceo en los costados).
Tamaño : La anaconda puede medir hasta más de 8 m de longitud.
Peso : Las serpientes hembras, que son cinco veces más
voluminosas que los machos, pueden llegar a alcanzar los 200 kg de peso o
quizá más.
Distribución : Cuencas del Amazonas y del Orinoco; Isla de Trinidad.
Hábitat : Estas serpientes suelen vivir en marjales, orillas lacustres y ríos de curso lento en zonas de bosque tropical y de sabana.
Alimentación : Las anacondas adultas se alimentan de aves y mamíferos, y ocasionalmente de tortugas, peces y caimanes.
Reproducción : La anaconda verde es vivípara y puede partir hasta más de 70 crías.
Características
La anaconda: la serpiente más corpulenta y pesada
La anaconda, con un peso máximo que supera ampliamente los 200 kg y
una longitud de más de 8 m, es el más corpulenta de los ofidios vivos
(tipo de reptiles); también es posible que sea la más larga de todas las
serpientes, pese a que muchos herpetólogos opinan que en este ámbito la
supera la pitón reticulada (Python reticulatus).
CABEZA
La cabeza de la anaconda es plana y pequeña pero extremadamente
musculosa, con los ojos y los orificios nasales situados en posición
dorsal. Contrariamente a la boa esmeralda y otras especies arbóreas, la
anaconda verde es una serpiente que no posee fosetas labiales; aún así,
las terminaciones de algunos de sus nervios faciales son muy sensibles a
las variaciones de la temperatura, lo que sin duda le ayuda a localizar
animales de sangre caliente. Como todos los ofidios, la anaconda tiene
una lengua bífida y protráctil que recoge las partículas olorosas del
medio circundante. Cuando la anaconda vuelve a meter la lengua en la
boca, introduce sus extremidades en dos cavidades huecas situadas en el
paladar (el órgano de Jacobson). La conexión nerviosa de este órgano con
el cerebro permite que la anaconda tenga en todo momento una
información muy precisa sobre su entorno.
ESQUELETO
Como el esqueleto de otros boidos o serpientes, el de la anaconda verde
muestra vestigios de la cintura pélvica y de las patas posteriores.
Estas últimas terminan en unos espolones en forma de garra, situados a
ambos lados de la abertura cloacal, siendo más largos en los machos que
en las hembras. La diferencia no sólo es morfológica sino también
conductual, ya que los machos rascan a la hembra con sus espolones para
estimularla, en tanto que esta última no los utiliza. Tanto los
espolones como los vestigios de cintura pélvica de la anaconda,
atestiguan que los ofidios ancestrales poseían miembros posteriores bien
desarrollados, lo cual no es de extrañar si se considera que este
suborden tenía un ancestro común con los saurios no iguanianos y con las
anfisbenas.
Mucho mayores que las escamas dorsales e imbricadas como ellas,
las escamas ventrales de las anacondas forman grandes placas
transversales que permiten adherirse eficazmente a los sustratos no
acuáticos. Aunque la anaconda se desplaza sobre todo por ondulación
lateral, utiliza también en ocasiones la locomoción rectilinear. Este
atípico modo de locomoción consiste en estirar el cuerpo o parte de él
en línea recta y mover la piel del vientre con respecto al cuerpo; tras
impulsarse hacia delante por contracción muscular al tiempo que ansia
sus escamas ventrales contra el suelo, la serpiente empuja dichas
escamas hacia delante hasta un nuevo punto de fricción para repetir el
proceso una y otra vez.
OJOS
Los ojos de la anaconda son pequeños y tienen la pupila elíptica y
vertical típica de los boidos; aunque no proporcionan una visión muy
aguda, su posición en lo alto de la cabeza permite mirar por encima del
agua como si la anaconda utilizara un periscopio. Como en todos los
ofidios, los párpados están soldados entre sí y forman una lente
transparente encima del ojo.
ORIFICIOS NASALES
Los orificios nasales de la anaconda están situados en lo alto del
hocico, lo que permite que la anaconda respire con facilidad cuando nada
en la superficie; cuando el ofidio se sumerge, los orificios nasales se
cierran herméticamente.
DIENTES
Los dientes de esta serpiente son muy numerosos y afilados, son largos,
cónicos y curvados hacia atrás, lo que facilita la captura y la
deglución de las presas; como todos los boidos, la anaconda carece de
dientes premaxilares.
MANDÍBULA INFERIOR
La mandibula de la serpiente anaconda se compone de dos mitades
independientes que pueden moverse alternativamente sobre la presa, la
posibilidad de separarla de la mandíbula superior fija hasta un ángulo
de 180° permite capturar y tragar presas mucho más gruesas que el
ofidio.
PIEL
La piel de la anaconda es muy pobre en glándulas, pero está bien dotada
de terminaciones nerviosas. Este reptil tiene una dermis muy
desarrollada, lo cual se refleja en las excelentes cualidades del cuero
de anaconda verde (lo que no es precisamente una garantía para su futura
supervivencia).
Historia
Historia de estos reptiles : Las serpientes primitivas
Aunque el fósil de serpiente más antiguo que se conoce tiene unos 95
millones de años de antigüedad, los datos paleontológicos parecen
indicar que los ofidios se separaron de los saurios no iguanianos (los
primitivos escleroglosos que ya habían empezado a agarrar los alimentos
con las mandíbulas) durante el Jurásico, hace más de 140 millones de
años. Del mismo modo que las actuales “serpientes ciegas” y que muchos
lagartos sin patas, los primeros ofidios debían de ser animales de
pequeño tamaño que capturaban diminutos invertebrados.
Posteriormente, en tanto que sus mandíbulas adquirían mayor
tamaño y se volvían más flexibles, algunas de estas serpientes
primitivas comenzaron a perseguir presas mayores. Con ellas se iniciaba
la línea evolutiva de los aletinofidios, cuyos representantes actuales
más “primitivos” (Anilíidos, cilindrófidos, etc.) son ofidios
excavadores que, dotados de una boca más amplia y flexible que las
serpientes ciegas, ya pueden alimentarse de vertebrados alargados, a
veces de gran tamaño.
Los aletinofidios
Mientras esta primera rama de los aletinofidios se especializaba
en la captura e ingestión de presas alargadas y “detenía” el desarrollo
de la abertura bucal y la flexibilidad del cráneo, en otras línea del
mismo grupo se iba acentuando esta tendencia. A finales del Mesozoico
esta segunda línea ya estaba bastante diversificada e incluía serpientes
similares a las actuales boas cuyas grandes modificaciones craneales
les permitían tragar presas de mayor tamaño y de formas muy diversas.
Como los actuales pitones, otras serpientes como las boas y otros
macrostomados –pues éste es el nombre que recibe la segunda rama de los
aletinofidios-, estos antiguos ofidios ya utilizaban la constricción,
un comportamiento que permite inmovilizar presas mucho más corpulentas y
nutrirse con menso frecuencia. Algunos de estos ancestrales boidos
–como, por ejemplo, Madtsoia bai- alcanzaban los 10 m de longitud y
rivalizaban, por tanto, con la actual anaconda verde.
El linaje de las anacondas
Otra cosa a destacar de estas peculiares serpientes, es que
durante el Eoceno los boidos empezaron a ocupar el hemisferio norte,
donde el grupo de los ericinos se diversificó al tiempo que otros grupos
florecían en el sur. La diversidad de los boidos sin embargo, disminuyó
mucho durante el Oligoceno y sobre todo a principios del Mioceno,
cuando la radiación evolutiva de los ofidios colubroides empezó a
tornarse explosiva. Esta disminución del Mioceno, sin embargo, no fue
obstáculo para que en Sudamérica apareciera el género Eunectes, es
decir, para que se iniciara el linaje de las anacondas.
Aunque la superioridad competitiva de los más modernos
colubroides no está probada, lo cierto es que los macrostomados
“primitivos” actuales están muy diversificados en regiones como las
Antillas (con 25 especies de boas) y Australia (con 19 especies de
pitones), donde no existen esos homólogos colubroides de boas y pitones
que son las víboras. Otra explicación del declive de boas y pitones
frente a los colubroides es su menor adaptación a los crecientes cambios
de clima que trajo consigo la era Terciaria, como parece indicar el
hecho de que la gran mayoría de las especies actuales, y entre ellas las
anacondas, vivan en los trópicos.
Disribución
La mayoría de las boas propiamente dichas (boidos de la subfamilia
Boinas) se distribuye por América tropical, incluidas las islas del
Caribe, donde el género Epicrates cuenta con numerosos endemismos. La
anaconda verde, que es una de ellas, se distribuye por Sudamérica
tropical al este de los Andes. Sobre todo por las cuencas del Amazonas y
del Orinoco, y también por las Guayanas y la isla de Trinidad. Unas
pocas boas verdaderas –las del género Candoia- vive en Nueva Guinea y
las islas vecinas, lo que no deja de ser un enigma, ya que es difícil
saber si sus ancestros llegaron por mar desde Centroamérica como sucedió
con las iguanas del Pacífico o sí, por el contrario, los boidos se
originaron en la región australiana, como los pitónidos, y colonizaron
luego América.
Sea cual fuera el sentido de esta dispersión, la serpientes del género Eunectes parece estar más relacionado con las boas Condoia que con los demás boidos, lo que indica que o bien algún ancestro de las anacondas viajó hacia el Pacífico o bien éstas descienden directamente de alguna ancestral boa del Pacífico. Desgraciadamente, la escasez del registro fósil en este orden de vertebrados de esqueleto frágil (este tipo de serpientes) impide decantarse por cualquiera de estas dos hipótesis. Por la misma razón, tampoco podemos descartar por completo la idea tradicional de que los actuales boidos descienden de un antiguo grupo de macrostomados –las grandes Mastoia, cuyos fósiles se han encontrado en Madagascar, África y Sudamérica- que poblaba el continente de Gondwana, pese a que esta hipótesis no logre explicar por qué la boa constrictor está más estrechamente emparentada con las boas de Madagascar que con otros boidos de Sudamérica, incluidas las anacondas.
Hábitat y comportamiento
La anaconda se siente a gusto tanto en los árboles como en el agua;
prefiere y los estanques de aguas quietas a las corrientes rápidas, por
lo que es raro encontrarla a gran altura. Pasa la mayor parte del tiempo
sumergida, acechando a su presa; la posición de las narinas le permite
sumergir casi todo el cuerpo a modo de cripsis, y su poderosa
musculatura la hace una rápida nadadora.
La anaconda caza por lo general animales que se acercan a beber,
sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose a ellos para enroscarse
alrededor de su cuerpo y sofocarlos, ya que atacan extremadamente rápido
por lo que en algo más de 10 segundos ya han sometido a su presa. Si
encuentra la oportunidad de cazar en tierra, normalmente se descuelga
desde una rama para sorprender a su víctima. Contra la creencia
habitual, la constricción no mata por lo general directamente a la
víctima, sino que le impide respirar, presionando el tórax para
imposibilitar la inhalación, y lo logran por la inmenza fuerza de su
cuerpo, se enroscan a su presa y formando anillos con su cuerpo
ejerciendo una tremenda presión que termina sofocando a su presa. Así lo
muestra un estudio con una anaconda de 5.8 m y 40 kg, que empleando un
medidor de presión en su alimento (un pato grande) se comprobo que estas
serpientes ejercen una presión de 6.5 kg por centimetro cuadrado, casi
4,000 kg en total, opacando las estimaciones que se daban de unos 900
kg, por lo que es la presión más grande que se tiene conocimiento de la
cual puede ejercer una animal.
La anaconda no necesita triturar a su presa, puesto que su
mandíbula —como en todas las serpientes— se desencaja, permitiéndole
tragar el alimento entero y utiliza su fila de dientes interior, las
serpientes tienen cuatro filas de dientes, una ordinaria y otra en el
paladar, para ir avanzando sobre su alimento e irla introduciendo en su
garganta. La digestión de una presa grande puede demorar varias semanas,
durante las cuales la serpiente se encuentra casi inactiva y dormita en
una rama lo suficientemente fuerte para soportar su peso o a la vera
del agua.
La anaconda es una serpiente capaz de consumir presas de gran
tamaño; el carpincho es una de sus víctimas predilectas, así como
ejemplares jóvenes de tapir, pecarí, ciervo, y aún caimanes en caso de
necesidad, e incluso se sabe que han devorado jaguares y cocodrilos. Se
alimenta también de huevos, aves, diversos roedores y otros reptiles
menores.
Alimentación
Como todos los macrostomados primitivos, la anaconda verde mata por
constricción y carece de glándulas de veneno. A menos que la presa sea
tan pequeña e inocua que se pueda tragar viva, la serpiente se enrosca
en torno a ella, apretando firmemente el cuello para evitar sus
mordiscos, y la mata con un estrujón letal que detiene su respiración y
su circulación sanguínea. Una vez cesan los últimos estertores de la
víctima, la anaconda desenrosca sus anillos y, con sus mandíbulas muy
dilatadas, inicia la laboriosa y a veces lenta tarea de engullirla.
Cuando se trata de una presa de grandes dimensiones, la
ingestión, que empieza casi siempre por la cabeza, puede durar varias
horas, hasta seis o más si el animal es de formas redondeadas. Si la
presa es alargada y su piel no presenta grandes asperezas, la ingestión
suele ser en cambio bastante más rápido. Como sucede con muchas otras
serpientes, la piel del cuerpo es lo bastante flexible como para la
presa se desplace por su interior sin dañarlo, empujada en su avance por
la acción de los huesos de la mandíbula; como en ellas, la ausencia de
cintura pectoral e incluso de esternón permite que la presa se deslice
fácilmente desde la boca hasta la entrada del estómago, movimiento que
se ve facilitado además por la flexibilidad de la costillas.
Presas principales
Hábil nadadora, la anaconda verde puede recorrer velozmente
pequeñas distancias bajo el agua o en la superficie, donde es capaz de
alcanzar la velocidad nada despreciable de 6 m/s. En tierra, por el
contrario, sus movimientos son lentos y pesados, y de ahí su reticencia a
abandonar el medio acuático. Pese a ello, los peces forman una parte
muy pequeña de la dieta de esta serpiente; sus presas más usuales son
aves acuáticas y roedores, incluidos agutís, pacas y el mayor de todos
ellos, el capibara, una especie semiacuática que puede alcanzar los 65
kilos de peso.
Poco especializada en la elección de su alimento, la anaconda ataca también muchos otros tipos de animales, desde lagartos y tortugas acuáticas hasta pecarís y cérvidos a los que captura cuando van a abrevar. En ocasiones entabla duelos con caimanes de más de 2 m a los que por lo general consigue matar enroscándose en torno de su cuerpo. Tras un festín de estas proporciones, la anaconda suele quedarse en ayuno durante semanas o incluso meses. Entretanto, y hasta que la presa no ha sido digerida por completo, permanece inactiva y resulta vulnerable a la depredación. Si se trata de una anaconda adulta, esta vulnerabilidad sólo es teórica, ya que pocos animales se atreven con ella, pero no sucede lo mismo con los ejemplares muy jóvenes, que pueden ser presa de caimanes, jaguares, ocelotes u otros depredadores.
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