La salamandra es un animal cuya longitud oscila entre los 12 y los 30 centímetros, pero lo más común es que no superen los 20. Su cuerpo es alargado y su cola, de base ancha, va disminuyendo el grosor a medida que nos acercamos a la punta. Sus miembros, tanto superiores como inferiores, son cortos y gruesos, además de proporcionados. La cabeza es casi tan ancha como larga, es algo aplanada y normalmente con el morro redondeado, pudiendo algunos ejemplares tenerlo algo puntiagudo y es que, sólo en España, existen cinco subespecies de salamandra común.
Respecto a la piel de la salamandra, de color negro, debemos
destacar su brillo y lisura y también sus manchas, de carácter irregular
y de tonalidad amarilla. Dependiendo de la zona geográfica podemos
encontrar distintos colores en lo que concierne a estas manchas, e
incluso en su forma, pudiendo presentarse también a modo de franjas.
Podremos diferenciar una salamandra macho de una hembra porque el cuerpo
del macho es más estilizado que el de la hembra, es decir, más delgado y
también más recortado.
Para defenderse de sus cazadores, disponen de un mecanismo de
defensa basado en unas glándulas repartidas por su cuerpo que segregan
un líquido denso y blancuzco que provoca serias irritaciones en lugares
delicados como la boca, nariz, ojos, etc.
Hábitat
Un hábitat es el ambiente nocturno, principalmente forestal, en las
riberas o en las laderas poco luminosas pero cercanas al agua o a
lugares húmedos como huertas, pinares, con abundancia de líquenes con
los que cubrir su suelo, etc. Es decir, siempre huyen de los lugares
secos, prados y de zonas con sequía. Por el día, las salamandras
permanecen ocultas entre las rocas o pequeñas cuevas naturales,
resguardándose del abrasador sol. Su adaptabilidad supera los 1.800
metros por encima del nivel de mar pero su existencia está amenazada por
la tala de bosques y por los incendios.
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